Anoche me di cuenta de que había perdido una pulsera que siempre llevo puesta. Me la regalaron por mi 40 cumpleaños mis compañeros de la Fundación Alonso Quijano, Belén, Raúl y Salva. La busqué por todos sitios pero no la encontré. Qué disgusto. Y el problema es que no sabía cuándo la había perdido, si había sido por la mañana en la biblioteca, en la cafetería, por la calle, en el coche... El caso es que en mi casa no estaba. He dormido hasta mal y todo deseando llegar a la biblioteca para buscarla aunque sabía que sería difícil encontrarla en un lugar que pisa tanta gente. Pero cuando me he levantado y he ido al baño la he visto allí, rebujadita en el suelo tras el inodoro. No se pueden imaginar qué alivio me ha entrado, qué descanso. Me ha alegrado el día entero porque ha sido como si me la regalasen de nuevo.