Aún le estoy dando vueltas a lo que ocurrió ayer en la biblio. Todos los bibliotecarios habremos notado que de un tiempo a esta parte el número de usuarios que consulta obras de referencia impresas ha descendido muchísimo. De hecho, muchas enciclopedias y diccionarios casi han pasado a ser adornos de la época del Pleistoceno en las estanterías. Todo está en internet... Y cuando aconsejas a los más jóvenes utilizar un diccionario te miran con cara de sorpresa, como si fueses de la Edad de Piedra. Pero ayer la sorpresa fue para mí. Una chica venía buscando diccionarios o enciclopedias donde pudiera encontrar definiciones de términos de biología para hacer un trabajo. Yo, "adaptada" ya a las nuevas generaciones a las que hoy llaman nativos digitales le dije que buscase en internet, pero no, la chica quería libros impresos porque su profesor le había dicho que lo valoraría más. Quién será este hombre, extraño entre muchos y que me hizo revivir aquellos tiempos en los que se ayudaba a buscar y rebuscar entre las obras de consulta...