Ayer me pusieron un teléfono nuevo en la biblioteca. A partir de ahora tengo un número directo, sin tener que pasar por la centralita. El aparato es muy chulo y ultramoderno, no como el anterior, que pertenecía al Pleistoceno. Todavía no sé ni cómo suena pero ahora me parezco un poco a Merche, la de Cuéntame cómo pasó, cuando le pusieron el teléfono en casa y no dejaba de mirarlo y tocarlo. La verdad es que tener un número de teléfono directo es mucho mejor porque no tienes que estar pendiente de si en la centralita hay alguien o no, o de si está ocupado y por mucho que llame alguien no se lo cogen. Además, los cuatro últimos números de mi nuevo teléfono son capicúa, para no tener que pensar mucho, y eso me gusta ya que el de mi casa también lo es. Se ve que en telefónica no me verán con cara de tener mucha memoria...