Como todos ustedes saben yo, siempre que puedo, duermo la siesta, y es que sin dormir bastante y sin café no soy nadie. Hoy, desde que me he levantado, estoy pendiente de que lleguen las 16 h. para acostarme. Les cuento el motivo: anoche no se me ocurrió otra cosa (casi nunca lo hago) que dormir con la ventana abierta y no se imaginan la cantidad de ruidos que puede haber cuando no hay sol. Todo el mundo parece familia de Drácula. Primero los jóvenes celebrando a voz en grito la victoria de España en el fútbol. Poco después algo parecido a una competición de motos entre quinceañeros para comprobar no sé si quién corría más o qué moto era la que hacía más ruido. Más tarde un mosquito no se apartaba de mi oído lo que hizo que me tapase con la sábanas hasta arriba y estuviese más pendiente de su zumbido que de coger el sueño. Tras todo esto se escuchó el camioncito que riega las calles, y que no puede formar más escándalo. No hablemos de cuando ha amanecido y los coches han comenzado a moverse, como si de un rally se tratara. En fin, que cuando iba a coger el sueño ha sonado el despertador... ¿No creen que hoy tengo una excusa más que justificada para desear que llegue la hora de la siesta? Pero, eso sí, con la ventana bien cerrada.