Hace mucho tiempo que escuché a una madre hablar orgullosa de los intercambios de ropa que hacía con su hija. Yo, en aquel tiempo, veía muy lejano el momento de compartir ni una sola camiseta con Ana, mi hija. Pues bien, ese momento ya ha llegado. Ella me coge los jerseys que le gustan, yo le quito de vez en cuando una camiseta que me encanta y que me viene bien para conjuntar con otra cosa. No es que me sienta orgullosa como aquella señora que escuché hace años (no nos vamos a engañar, los 41 años no me los quita nadie, aunque comparta ropa con una niña de 12), pero sí me gusta que mi hija eche mano de lo que hay en mi armario como si de una hermana se tratase...