Allá por el año 1998 entró por primera vez en la biblioteca Luis, un nuevo usuario que en aquel entonces tenía 83 años. Para hacerse el carné le expliqué que debía traer una fotografía pero como me di cuenta del gesto que hizo con la cara, un gesto que sin palabras me decía que no tenía ninguna foto, yo le permití que trajera alguna que no fuese actual. Al día seguiente se presentó de nuevo con una fotografía en blanco y negro de cuando tenía 21 años, de esas con los bordes labrados y todo. Acepté la foto con tal de ganar un nuevo lector y desde ese momento se convirtió en el usuario más mayor de la biblio. Cada dos semana venía a cambiar su libro, le gustaban los chistes y la historia, y lo primero que hacía era saludarme con la mano y regalarme dos o tres caramelos de menta. Así durante todos estos años. También me contaba historias muy interesantes sobre la Guerra Civil en la que él fue enfermero, de su mujer cuando murió... Poco a poco le fui cogiendo cariño hasta hablar de él y con él como Mi Luis. Hoy, Mi Luis será enterrado a las 12, con 95 años. Le echaré de menos pero siempre tendré su carné de biblioteca como recuerdo.