Hoy llegarán los libros de texto que necesita mi hija para el instituto. Sin decirles lo que cuestan (un pastón) estoy deseando verlos. Siempre me ha gustado ese olor característico de los libros nuevos, forrarlos para alargales un poco la vida en manos destrozonas, ver cómo están hechos los esquemas de cada tema (cosa que en otros tiempos teníamos que hacer los alumnos), ojear esa cantidad de ilustraciones que incluyen ahora... En fin, que se nota que ver y tocar estos libros nuevos me hace más ilusión a mí que a mi hija, que es quien tiene que estudiarlos ¿verdad?