Esta mañana me he levantado a las 7:40 y en un santiamén me he duchado, me he vestido y he llegado a trabajar a tiempo. Le quité al despertador la opción de volver a sonar a los cinco minutos (esos cinco minutos de cortesía que sientan tan bien) y cuando ha tocado esta mañana lo he apagado y me he quedado tan pancha. Al venir para acá en el coche pensaba que a lo mejor no tenía sentido levantarse otros días a las 7, si de todas formas he llegado a la hora justa. Pero no. Las carreras al levantarse, las prisas al ducharse, vestirse a cien por hora sin dar pie con bola... No, no merece la pena tanto estrés desde tan temprano.