Hace unos días, hablando por teléfono con mi amiga Belén, estuvimos comentando cómo soportábamos el frío. Coincidimos en que cuando más se notaba era trabajando, sentada y escribiendo en el ordenador, que se te quedan los dedos heladitos. Ella me dijo que se había comprado unos guantes sin dedos y que le iban muy bien. Yo, ni corta ni perezosa, la he imitado y encargué a mi tío que me comprase unos. No se pueden imaginar qué maravilla. Los guantes son negros y los usuarios se me quedan mirando con cara extraña pero ya lo dice el famoso refrán: ande yo caliente, ríase la gente...