Las 8 de la mañana no son horas de llamar a nadie por teléfono, y mucho menos a un particular. Pero esta mañana no me lo he pensado y he llamado a una casa. Sí, cuando he llegado a la biblioteca me he encontrado un móvil muy chulo y, cómo no, he buscado en la agenda la palabra casa (que la mayoría de los moviladictos tenemos en nuestro teléfono) y ni corta ni perezosa he llamado para que no busquen más. Sé que he despertado al dueño de la casa porque se lo he notado en la voz y en lo que ha tardado en coger el teléfono, pero no tengo ningún remordimiento porque seguro que no todos los días se despierta con noticias como esta, encontrar un objeto perdido...