No me suelen gustar los dulces, y menos aún los rellenos. Alguna que otra vez me he comprado un donut, que será el único que me llama la atención. Pero las galletas me han gustado siempre. Recuerdo que estudiando en Granada, cada día comprábamos una bolsita de galletas entre las compañeras para comérnoslas en clase. Desde hace un tiempo también me tomo el café de la tarde con una galletita de mantequilla. Hace unos días que se me terminaron y sólo me acordaba de que tenía que comprarlas cuando me tomaba el café. Así que ayer lo anoté en un papelito y fui a comprar mis galletitas de mantequilla. Estoy deseando que llegue la hora del café para poder retomar mi costumbre de saborearlo con la galleta. No parecía lo mismo sin ella estos días atrás...