Cada día me sorprendo más de lo diferente que es mi hija a mí. No parezco su madre. Le gutan miles de cosas que a mí no me han llamado la atención en mi vida, y viceversa. Una de las cosas que le apasionan desde bien pequeña es maquillarse. Me acuerdo cuando todavía no sabía casi ni hablar bien que en alguna droguería me preguntaba si no me gustaba pintarme los labios cuando su idea era que comprase una barrita de labios para ella. Ahora se compra pintauñas de color negro, blanco, rosa, transparente... Y cada día se pinta las uñas de un color. Ayer me dijo que quería pintármelas a mí y por no negarme me dejé. Por supuesto, de color transparente. No me imagino con las uñas de rojo chillón o negras. Hoy, la vista se me va a ellas, sobre todo por el brillo, que para mí llama mucho la atención. Esta tarde le pediré a mi hija que me haga una de sus manicuras para cambiarme de color, a ver si con otro me veo mejor.