sábado, 9 de octubre de 2010

Un pollo en casa

Desde hace unos días vivimos con un pollo en casa. Sí, es un pollito pequeño, redondito, gordete y juguetón. Nunca me ha gustado tener animales (sobre todo por la alergia) pero con este pollo he hecho una excepción y tengo que reconocer que se le toma bastante cariño. Se pasa el día piando y cuando lo sacamos de la jaula hay que ir mirando al suelo porque como te descuides lo pisas y no te das ni cuenta. El problema será cuando crezca, pero desde luego ahora es el entretenimiento de la casa.

3 comentarios:

Mª Luisa dijo...

Tened cuidado, que el que me compró tu madre hace bastantes años... cuando creció se volvió un poco agresivo y peleón...persiguió a la abueli por el chalet para picarle... y después de haberle cogido cariño a ver qué haces con él.

Anónimo dijo...

Yo, que no soy muy amante de los animales, tengo que confesar que cada vez me hace mas ilusión tener una mascota, el pollito ni me lo planteo, porque tuve uno, se hizo grande y ya os imagináis el final, yo lo pase fatal... Pero ahora tengo la mascota ideal, una gata salvaje ha dado a luz en mi jardín y se ha instalado con su gatito en un rincón, con lo cual tenemos un cachorro en casa pero no necesita ningún cuidado, se llama lunar y solo le vemos al salir o al entrar un casa. Paloma

Anónimo dijo...

Mi madre trabajaba en una guardería y en una de sus actividades animaron a los alumnos a que llevasen a clase una mascota, al final montaron una especie de granja allí durante una semana. Pasado ese tiempo los niños debían llevarse de regreso sus animalitos, pero hubo un padre que no quiso retirar los 2 pollitos del rastro que había aportado. Como sabía que en mi familia había pasión por los animales, nos los trajimos a casa. Quién nos iba a decir que Pepo y Pepa con los años se convertirían en un gallo y una gallina de 7 y 5 kg cada uno!
en casa teníamos gallinero y de vez en cuando desaparecían (cuando mi hermana y yo no estábamos por casa) algunas aves que más tarde aparecían en algun esquisito guiso de mi padre. Pepa y Pepo llegaron hasta el final de sus días como una feliz y anciana pareja de pollos sin que ninguna cazuela se cruzara en su camino. como el resto de animales tenían nombres, y los habíamos tenido desde muy pequeños, pero eran la alegría del gallinero, eran especiales...